Alberto López vuelve este domingo a Zorrilla, donde colgó los guantes después de 353 en Primera división y 36 más en Segunda división en la “temporada de los récords” y del ascenso meteórico del Pucela

Son muchos los jugadores que cuando llegan a un vestuario son bautizados con el típico mote o apodo. En el caso del portero Alberto López Fernández (Irún, 20-05-1969) cuando llegó a Valladolid después de 13 temporadas en Primera división con la Real Sociedad, le tocó más una definición: “Mítico”.

Su aparición en Zorrilla en el verano de 2006 causó sorpresa. Con 37 años, la Real Sociedad no le ofreció la renovación, pero Alberto se sintió con fuerza para seguir disfrutando del fútbol y su perfil encajaba en los planes del Real Valladolid para un nuevo ciclo que iba a liderar José Luis Mendilibar. Y Mendi no apostó por Alberto como titular en un primer momento. Dio los guantes a Jacobo, pero tras la quinta jornada apareció en escena Alberto.

Aunque su debut no fue afortunado (encajó tres goles en la derrota 2-3 ante la U.D. Salamanca), lo cierto es que a partir de ahí el Real Valladolid cuajó en un equipo imbatible y con él, Alberto en la portería. La historia que siguió después es ya conocida: ascenso del equipo en abril y Alberto el portero menos goleado.

Pero más allá de su rendimiento, en el que destacaba su sobriedad bajo de los palos, seña de identidad en la escuela vasca, Alberto también dejó poso como persona en Pucela, donde se le recuerda como un tipo humilde, cercano, dialogante, inteligente y trabajador. Por encima de todo, el «Mítico» se ganó el respeto de todos.

Después de aquella temporada memorable en Segunda, Alberto vivió dos temporadas en Primera, ya sin apenas partidos de juego ante la irrupción de Sergio Asenjo.

Con 40 años, Alberto colgó los guantes y las botas. No tenía muy claro a qué se iba a dedicar, pero sí a lo que no se iba a dedicar: a entrenar porteros. Su proyecto era más ambicioso. Optó por el banquillo y completó su formación para ser entrenador. Dio sus primeros pasos en el filial del Real Unión y después se hizo cargo del juvenil división de honor del Alavés. La pasada temporada fue ayudante de Natxo González y después de Mandiá, hasta que tomó la alternativa como primer entrenador para conseguir lo que parecía una misión imposible: salvar a un Alavés casi deshauciado. Lo consiguió y, como premio, por supuesto, obtuvo la renovación.

El domingo Alberto López volverá a Zorrilla y se sentará en el mismo banquillo en el que estuvo muchos partidos como jugador. Estará en la banda tratando de mover sus piezas para ganar la partida a Rubi, aunque los entrenadores saben mejor que nadie que los partidos no se ganan en la pizarra, sino en el campo…

En cualquier caso, pase lo que pase, con Alberto en Zorrilla la afición blanquivioleta recordará buenos momentos y a buen seguro se llevará a Vitoria gratos recuerdos, una gran ovación y –ojalá – el zurrón sin puntos, eso sí…

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