El Real Valladolid desdibujó al F.C. Barcelona con un planteamiento perfecto

Para que el Real Valladolid ganara al F.C. Barcelona de Xavi, Messi, Neymar, Cesc, etc, etc, etc… como este sábado lo logró en el Estadio José Zorrilla (1-0) se tuvo que dar el partido soñado por todos y cada uno de los aficionados blanquivioleta: dejarse la vida en el campo, meter el gol como sea y aguantar como titanes hasta el pitido final.

Pero Juan Ignacio también hizo su lectura para llegar al final feliz. Más bien, lo dibujó en la pizarra con un planteamiento que ejecutaron a la perfección sus futbolistas como una orquesta sinfónica: adelantó la línea, acumuló jugadores por dentro, donde la sala de máquinas azulgrana fabrica su fútbol, y provocó un cortocircuito que pocas veces se había visto en el F.C. Barcelona, ya que los hombres de Gerardo Martino se difuminaron uno a uno hasta que el bloque se derrumbó por el césped de Zorrilla.

Desde el primer momento se vio que el Real Valladolid se subía a las barbas del rival. Serio en defensa, solidario en el trabajo, sin dejar respiro para que los rivales combinaran calma, el Pucela, poco a poco, se fue haciendo con el mando y llegó el gol. Rossi cazó un balón suelto en el área del Barça y batió a Valdés de un derechazo en el minuto 17.

Con el tanto, el guión se reafirmó. Se podía. Con el paso de los minutos, el Real Valladolid se crecía. Se lo creyó. Creyó que podía ganar. Los blanquivioleta miraban a los rivales y no les veían finos. Era el día. No se podía dejar pasar una oportunidad inmejorable de sumar tres puntos de oro para seguir en la lucha por la salvación.

Ni la lesión de Valiente en la segunda parte causó mella. El exazulgrana, incrustado en el centro del campo, fue una pesadilla para los hombres de Tata Martino. Balón que llegaba a su jurisdicción era detenido. Marc fue un auténtico tapón que encarnó esa filosofía de trabajo en el centro del campo, donde el Real Valladolid, de la nada, siempre sacaba superioridad ante el jugador azulgrana que intentaba buscar el agujero en la muralla vallisoletana, en la que Diego Mariño se convirtió increíblemente en un espectador privilegiado porque lo cierto es que salvo en alguna falta directa sin peligro, el arquero gallego apenas tuvo que intervenir.

Pese a todo, el Barça era el rival que estaba enfrente y pocos pensaban que el Pucela iba a aguantar. Podía aparecer una cabalgada de Pedro, un pase genial de Xavi, la magia de Messi… Pero no. Hoy no era el día del F.C. Barcelona. Era el del Pucela. Incluso Óscar tuvo el 2-0 en el tramo final.

La realidad es que todos los jugadores vallisoletanos rayaron la perfección. Todos dieron lo mejor de sí mismo, tanto en el plano físico, como técnico como táctico, interpretando el guión que había preparado Juan Ignacio Martínez.

Para los próximos días quedará el debate de si el F.C. Barcelona no brilló porque el Real Valladolid le fundió los plomos o fue el flojo nivel azulgrana el que hizo sobresalir el trabajo vallisoletano. Debates. Lo único cierto y verdadero es que el Real Valladolid ganó al mejor equipo del mundo en una tarde histórica que puede alumbrar el final de temporada para los blanquivioleta.