–¿Cómo fue su primer contacto con el fútbol?
–Con siete u ocho años. Jugaba ‘;falsificado’; porque no tenía la edad y ya estaba con los mayores. Yo digo que era malo, pero era muy bueno.
–¿Ah, sí?
–Debía serlo. Me lo recordaba el otro día un periodista alicantino: ‘;¿te acuerdas de que fuiste nombrado en el año 79 el jugador más joven de la Copa San Pedro’;. Es un torneo que se disputa en Alicante y yo participé con 14 años contra tíos de 30 tacos. Con ocho años me metían en el equipo de mi barrio (Rabasa). Mi hermano jugaba en el Elche Juvenil y con 13 años me fui a Elche, en infantiles y juveniles. A partir de ahí, estuve en muchos equipos, hasta llegar a Segunda B. Tuve un par de lesiones y lo dejé. Bonet, un técnico que teníamos en el Torrevieja en el año 88, me dijo entonces que me veía condiciones para ser entrenador.
–¿Qué tipo de futbolista era?
–Mediocampista. Y le voy a dar un titular que le va a gustar: Juan Ignacio entrenador no pondría nunca de titular a Juan Ignacio futbolista.
–Suele pasar…
–Yo era una bola al aire. No sabía si las cosas me iban a salir bien o mal. Si me salían bien, no veas, nano, ¡un espectáculo para el míster! Pero eran más las veces que me salían mal…
–¿Cuándo se dio cuenta de que podría ganarse la vida como entrenador profesional?
–Cuando jugaba hacía lo que me gustaba. Luego dejé el fútbol y me casé. Me tuve que poner a trabajar. No quedaba otra porque iban a llegar dos nenas. Compaginaba el trabajo con las escuelas deportivas en Torrevieja. Me lo ofreció el Ayuntamiento. Empecé con los chavales. Entrené en Alicante, en Orihuela… Lo que suele pasar. En un mismo año llevé un equipo alevín, un equipo de cadetes y un equipo de Tercera División. Siempre he alternado con el fútbol base. Cuando estaba en el Mar Menor, Paco Gómez me propuso entrenar en Segunda B. Ahí sí que tuve que renunciar a todo. Y dejé mi trabajo.
–¿Qué empleos había tenido? Leí que había sido vendedor de libros de texto y de seguros.
–Era comercial. Lo de los libros de texto viene porque mi hermano era director de Oxford. El me ayudó a crear una red por toda la provincia de Alicante. Pero yo estuve 15 años en una empresa de inversiones, una agencia aseguradora. Trabajaba en una oficina de Elche, un pueblo con un renta per cápita alta, y nos ganábamos la vida muy bien.
–Ha tenido mucha repercusión periodística su condición de guardaespaldas ocasional de Isabel Pantoja en una gira con Los Morancos.
–Es llamativo, pero es… ¡una gilipollez! Lo comenté en ‘;petit comité’; y siete años después lo sacaron cuando ya estaba en el Levante. ‘;El entrenador líder de Primera fue guardaespaldas de la Pantoja’;. Si la Pantoja puede tener un guardaespaldas como yo…
–Oiga, pero no me deje con la duda.
–Nada, que mis padres han regentado cuarenta años un negocio en Alicante y un vecino tenía una empresa de electrodomésticos. Organizaron una gira con la subvención de los vídeos Funai. Me dijeron si iba. Me daban 15.000 pesetas diarias, estamos hablando de 1983 o 1984. Nano, 15.000 pelas diarias para ir a Valencia, Castellón, hotelazos. Les dije: ‘;nos vamos mañana’;. Estuve 15 días con ellos. Me lo pasaba pipa con Los Morancos. Iba yo a escuchar con 18 años a la Pantoja… Vamos, hombre.
–¿En qué espejos se ha mirado para formarse como entrenador?
–La palabra que define a Juan Ignacio es ‘;autodidacta total’;. Me quedé con cosas buenas de los entrenadores que tuve, pero la categoría más alta en la que jugué fue Segunda B. Al final he tenido la suerte vivir cerca de La Manga, donde vienen muchos equipos extranjeros a hacer la pretemporada, tanto en invierno como en verano. Sí que es verdad que concibo el fútbol a través de la idea de Johan Cruyff, que para mí fue un referente en el fútbol español. Y también Benito Floro. Se sacó el carné en el comité valenciano y le fui a ver mucho en sus charlas. En sus ponencias, Benito es una persona que transmite mucho.
–¿Cómo consigue usted crear buenos vestuarios, algo que destacan los jugadores que han estado a sus órdenes?
–Es difícil. Siempre digo que, desde el respeto, no hay ningún futbolista que pueda decir que Juan Ignacio le ha faltado al respeto. A muchos no les he dado la camiseta para el once titular, pero eso es algo que tienen que asumir como profesionales porque algunos no juegan y otros ni se visten. Pero siempre desde el máximo de los respetos. He tenido la suerte de convivir con futbolistas muy grandes en el aspecto personal y de rendimiento. Si soy algo como entrenador, se lo debo a los propios jugadores.
–¿Se puso algún reto cuando empezó?
–¡De chavalito, jugar en la selección del Mundial 82! Estaba pirado. Si miliatba en el Elche Juvenil… Como entrenador no te planteas el techo. Estás en Segunda B, de repente llegas a Segunda A y piensas: ‘;oye, a que entreno algún día en Primera’;. Y se dio el caso, con lo difícil que es llegar sin haber tenido un ascenso directo con tu club. Que el Levante apostara por mí sin haber conocido la categoría anteriormente es de agradecer.
–¿Cuando le cambiaron su nombre y apellido por las siglas JIM?
–Fue en Alcoy, por reducir mi nombre en los titulares del periódico. En Primera lo utilizaron en un par de programas y se extendió, pero a mí todo el mundo me llama Juan Ignacio. ¡Tengo un nombre precioso!
–¿Fue determinante a la hora de llegar al Real Valladolid volver a la apuesta del fútbol de toque?
–Sí, pero queremos darle nuestro matiz. Lo resumo rápidamente: Brasil ganó a España a través del músculo, mucha falta, un poco de repliegue y contraataque. Y es Brasil. Aquí lo que se trata es de ganar partidos. Pintaremos con pincelín cuando podamos y, si no, brocha gorda y se acabó.
–¿Cómo fue su etapa en Salamanca? ¿Llegó a adaptarse bien al carácter castellano?
–Tuve una acogida fenomenal. Había muchos futbolistas de la zona de Alicante. Empezamos mal, pero luego fue extraordinario. Tuvimos suerte porque se juntaron jugadores de mucha calidad atlética.
–Y acabó demandado tras su salida al final de temporada.
–Fue un pacto de caballeros y luego una de las partes faltó a la verdad. Pero tal y como están las cosas ahora con la Unión Deportiva Salamanca es mejor correr un tupido velo. Yo les agradezco que me ofrecieran la entrada al fútbol profesional. Esos momentos no se olvidan.
–En el Albacete vivió su primera destitución. ¿Pensó que se torcería su carrera como técnico?
–El Albacete no estuvo ninguna jornada en descenso. A falta de siete jornadas, me destituyeron. No soy el más indicado para analizarlo, pero el mundo del fútbol sabe que no había por dónde cogerlo.
–Cartagena fue la temporada mágica, la de su gran explosión.
–Fue increíble que un recién ascendido jugara así. Disfrutaban los chavales en el campo, la afición… Y estuvimos en puestos de ascenso a Primera, aunque al final no lo lográramos.
–Y, ya en el Levante, ¿se volvió incontrolable el vestuario al final con todo el asunto del supuesto amaño de partidos?
–Sé lo que sucedió y todos tenemos la conciencia tranquila. Fue mucho más el ruido. Lo que pasa es que cuando un jugador está disconforme con los compañeros se genera un ambiente un poco raro. Pero el rendimiento de las dos temporadas ha sido excepcional.
–Y ahora el Real Valladolid. ¿Le gusta la plantilla que tiene?
–Esperaremos al final de la temporada. Hay futbolistas que tienen ofertas. Veremos al final quién se queda y quién no.