Con el Real Valladolid jugó 157 partidos en los que anotó 57 goles, lo que le sirvió para fichar por el Atlético de Madrid. 

Al rayar los cincuenta, Coque era la gran promesa del fútbol español. Vallisoletano, formó parte destacada en la gran aventura del Real Valladolid en esos años. Una aventura que incluyó el ascenso de Tercera a Primera en dos temporadas y una final de Copa, resuelta por el Athletic de Bilbao en la prórroga, con tres goles de Zarra. Era el Valladolid de los siete internacionales. Coque marcó en aquella final.

En agosto de 1953 le fichó el Atlético, que acababa de perder a Pérez Payá. Pérez Payá, interior goleador o delantero centro, era un muchacho de Alcoi, de clase acomodada, que no había llegado a hacer ficha profesional en el Atlético, aunque sí aceptó un coche como regalo. Como amateur que era, pudo irse libre al Real Madrid, que le hizo una buena oferta para hacerle profesional. Para compensar su salida, el Atlético fichó a Coque, interior de ida y vuelta, con resistencia, clase, disparo y cabezazo. Costó un millón de pesetas. A la afición le pareció un buen recambio.

Coque empezó bien la 53-54, pero algo se torció: conoció a Lola Flores, la célebre cantaora flamenca. Lola Flores era un torbellino, conocida por sus amoríos. Había tenido una fuerte aventura con Biosca, central del Barça de cautivadores ojos verdes. Fue célebre una noche en la concentración de la selección, en que recibió la visita de Lola e invitó a dos compañeros a espiar desde el balcón de la habitación a través de la persiana entrecerrada. Les había dicho que le bailaba desnuda y ellos no le creían.

La escena se produjo y cuando ella se marchó, él castigó la incredulidad de sus compañeros dejándoles toda la noche en el balcón. Aquella relación terminó cuando al jugador le pareció que eso era lo más prudente. Biosca entendió que era incompatible ser futbolista con hacer la vida de noche, tablaos y juerga que imponía Lola. Esta se sintió defraudada y eligió a Coque “para darle celos a Biosca”, como confesaría en sus memorias y en declaraciones posteriores. Y Coque fue presa fácil. Estaba prometido con su novia de Valladolid, pero retrasó la boda y entró en el torbellino de vida de Lola Flores. Dejó de jugar bien, obviamente.

La prensa de aquellos años no informaba de esas cosas que contravenían la moral y las buenas costumbres, pero entre los aficionados el romance fue un runrún creciente. No se recataban, se les veía de noche en Riscal, en Morocco, los cabarets de moda, o más tarde en las ventas de los alrededores, donde apuraban la noche entre humo, finitos, jamón, cantares y zapateados. Coque tenía 25 años, pero no hay juventud que pueda hacer compatible esa vida con la de deportista de alto nivel.

La cosa cedió cuando Lola Flores hizo una gira de la que regresó con un novio panameño. Coque recapacitó y se casó. Pero al inicio de la 54-55 Lola despachó al panameño y Coque reanudó el carrusel de juergas. Su mujer se fue a Valladolid, abatida, mientras él se iba perdiendo definitivamente para el fútbol. Empezó a faltar a entrenamientos y el asunto tomó ya carácter público cuando el 16 de octubre el Atlético le expedientó por sus ausencias a los entrenamientos. Los compañeros se movían entre hacerle recapacitar o escucharle los prodigios de las fantasías sexuales de Lola, que les ponían los dientes largos. La prensa despachaba el asunto con sutiles insinuaciones.

El asunto hizo crisis definitiva el 26 de diciembre de 1954, justo cuando se acababa de estrenar Morena Clara, película protagonizada por Lola Flores, cuyo anuncio aparece en la primera página del Marca de ese mismo día. Por la tarde el Atlético empató a dos con Las Palmas y la bronca fue tremenda. Aunque Coque marcó el primer gol, de cabeza, aprovechando un centro perfecto de Miguel, la bronca que se llevó por su visible agotamiento en la segunda parte fue enorme. Él y Silva, el otro interior, fueron estruendosamente abroncados por un público que les culpó del derrumbe del equipo, que pasó del 2-0 al 2-2. Para entonces, el Atlético se movía en los últimos puestos de la tabla.

Y de repente, Coque desapareció. Así, sin más. No fue a los entrenamientos ni esa semana, ni la siguiente, ni la siguiente… Nadie sabía dónde estaba, aunque se sospechaba. Lola Flores se había ido de gira a Sudamérica. Y, efectivamente, desde allí se informó de que un tal Gerardo Coque aparecía como productor del espectáculo de cante y baile de Lola. El Atlético le denunció ante la federación y el juzgado por incumplimiento de contrato. Cuando lo supo, Lola Flores envió al Atlético 50.000 pesetas, como pago de una parte de la ficha.

Coque pasó los que podrían haber sido sus mejores años de futbolista detrás de Lola Flores, en idas y venidas, celos y broncas. Cuando tuvo que dar la historia por definitivamente esfumada, porque comprendió que Lola se había enamorado perdidamente de un guitarrista llamado Antonio González, El Pescadilla (con el que se casaría y haría una familia), regresó. Su mujer le perdonó, pero para el fútbol era un poco tarde. En el semanario de Marca de 24 de septiembre de 1957 aparece una entrevista con él, en la que hace votos por regresar al fútbol y pide indirectamente al Atlético que al menos le deje entrenarse con el Rayo Vallecano. El diálogo pasa de puntillas por las causas que le alejaron del fútbol: “(…) fueron muchos los factores que influyeron en su rendimiento, ajenos por completo a la labor que había de realizar como verdadero profesional”. Para entonces tenía 29 años. En la entrevista se quita uno, dice que tiene 28.

El Granada, que andaba en la zona baja de Primera División, consiguió del Atlético su cesión para la segunda vuelta de esa temporada, la 57-58. Pero estaba hecho una lástima. El Granada se salvó sin él. Sólo jugó en la última jornada, en el Camp Nou, con la permanencia ya garantizada. Ganó el Barça 4-1. Luego jugó un partido de Copa contra el Jaén, que eliminó al Granada. Y nada más.

La 58-59 la jugó, de regreso, en el Valladolid, en Segunda. Ascendieron, pero él no rindió mucho. Luego, el Racing, en Segunda, y ahí sí anduvo mejor. Subieron en la 59-60 y en la 60-61 tuvo un aceptable desempeño en Primera. Pero ya estaba en los 33 años. Mientras recuperaba la forma, le había alcanzado el tiempo. Remató su carrera en la 61-62 en la Cultural Leonesa, de nuevo en Segunda. Quedó última del grupo Norte y bajó a Tercera. Ahí terminó.

El que pudo ser un grande del fútbol se quedó en un solo partido internacional, 6-0 contra Irlanda, en el que marcó. De su paso por el Atlético quedaron 31 partidos, ocho goles y mil relatos picantes a sus compañeros.

Lola siempre se confesó arrepentida de haber malogrado su carrera.

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