Cinco jugadores españoles, como Jesús Rueda o Pablo de Lucas, están enrolados en equipos de la liga israelí. Cuando arrecia la violencia palestino-israelí son los que más notan la tensión

Difícil empresa caminar con Jesús Rueda por las calles del centro de Jerusalén sin que alguien le pare para hacerse un selfie con él, comentar su juego en el último partido o animarle de cara al encuentro de esa noche contra el archienemigo Maccabi Tel Aviv. El canterano del Valladolid, titular indiscutible en el Beitar Jerusalén desde su llegada el pasado verano, es una estrella dentro y fuera del equipo. “Ojalá tuviera once como Rueda”, reconoce sin tapujos el entrenador del equipo, el serbio Slobodan Drapic.

Halagos bien recibidos por un tímido Jesús que sólo se queja de algunas costumbres, “no muy deportivas”, como las opíparas comidas que se meten algunos de los compañeros antes de los entrenamientos o después de los partidos. “En España se le da mucha importancia a aspectos que aquí apenas se tienen en cuenta, como la dieta, el control médico de los jugadores, análisis periódicos…”, cuenta el defensa del Beitar Jerusalén, mientras compra una piña en su puesto de fruta de cabecera en el Mahane Yehuda, el principal mercado de la parte judía de la ciudad.

Después de toda su carrera deportiva jugando en el Real Valladolid —excepto una temporada que estuvo cedido en el Córdoba—, los crecientes problemas del equipo de Pucela, descendido ya a segunda, llevaron a Rueda a tomar una decisión dolorosas; pasar página, cerrar una etapa y buscar nuevas metas fuera de España. Tenía varias ofertas en Bulgaria e Israel pero la del Beitar Jerusalén, con nuevo entrenador, un equipo renovado y un contrato apetecible, fue la que finalmente inclinó la balanza para que, a los 28 años, aterrizara en la Liga Ha´al, la Primera israelí.

Temor a atentados

A las dificultades de trabajar en una liga extranjera, en Israel, hay que sumar las derivadas del conflicto palestino-israelí. En los últimos cuatro meses han muerto 25 israelíes, 1 norteamericano y 150 palestinos. “Nunca pensé en ello como un problema porque la gente con la que mantenía contacto aquí me decía que era bastante seguro. Me preocupé de informarme bien, entre otras cosas porque mi familia venía conmigo”, recuerda Jesús. Uno de los consultados fue su compañero de equipo, el también español Pablo de Lucas. Formado en la cantera del Sporting de Gijón, fichó para dos temporadas por el Beitar Jerusalén y ahora se va al fútbol rumano después de un corto pero intenso periodo en Israel.

Ambos coinciden en que uno de los peores momentos lo vivieron el martes, 13 de octubre. Ese día, en dos atentados prácticamente simultáneos en Jerusalén, dos palestinos abordaron un autobús urbano y la emprendieron a tiros con los pasajeros mientras que un tercero estrellaba su coche contra la gente que esperaba en una parada de autobús. Tres israelíes asesinados y decenas de heridos fue el trágico balance. “Estábamos entrenando y en seguida supimos que algo grave había pasado. Solo se oían sirenas y pasaban muchas ambulancias y policía. Cuando los compañeros del equipo nos informaron, por primera vez tuve miedo porque había sido muy cerca”, recuerda Jesús.

Los israelíes estaban “tan tranquilos”, pero para los españoles fue un shock y así se lo hicieron saber al míster. Al día siguiente, el presidente del equipo decidió alejar a los jugadores y sus familias temporalmente del estrés que se vivía esos días en las calles de Jerusalén y se los llevó a Netania, a un hotel en la costa. Fueron 12 días de esfuerzo adicional porque seguían acudiendo a entrenar a diario a Jerusalén. “Un gran detalle pero muy cansado porque teníamos hora y media de camino de ida y otro tanto de vuelta cada día”, reconocen.

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