El presidente considera que el equipo blanquivioleta no tuvo «los arrestos para perder con dignidad» en Vigo


Las escenas vividas en la medianoche viguesa fueron lo más parecido a un funeral. Rostros desencajados, miradas perdidas, declaraciones susurradas. El 4-1 que encajó el Real Valladolid ante el Celta de Vigo fulminó a todos los integrantes de la expedición blanquivioleta, quienes experimentaron la sensación de un descenso anticipado, aunque trataron de sacar fuerzas para no darse aún por laminados.

Carlos Suárez ofrecía la viva imagen de la desolación. El presidente penaba de un lado a otro de la zona mixta, del vestuario al autocar y del autocar al vestuario. Suárez no rehuyó los requerimientos de la prensa. Su disgusto quedó patente porque, además del sentimiento dañado, está en juego su patrimonio, como él mismo se encargó de recordar. Su apuesta por adquirir la mayoría accionarial del club, cristalizada en 2011, y consolidar a la entidad en Primera choca ahora con la negra sombra que proyecta el abismo del descenso. «Estoy muy tocado ya», expuso Suárez. «Unos estamos tocados por sentimiento, otros porque llevamos un escudo que es el club y otros, además, estamos tocados por esto igual nos cuesta la ruina. Es jodido», sintetizó gráficamente.

El presidente blanquivioleta bajó al vestuario nada más terminar el partido para afear el pésimo partido a sus futbolistas. «No hemos tenido ni los arrestos para perder con dignidad», fue el resumen de su discurso ante los enviados especiales de Ser Valladolid y El Norte de Castilla, los dos únicos medios vallisoletanos que cubren regularmente los desplazamientos del equipo.

La esperanza se agota, las oportunidades se reducen y Carlos Suárez trata de aferrarse a los últimos tablones mientras echa cuentas. «Tenemos que ganar los dos partidos de casa, uno fuera y estamos salvados. Hemos perdido una batalla, pero no hemos perdido la guerra. Sin embargo, la guerra la gana el que quiere ganarla y el que pelea por ganarla. El que se rinde de antemano no la va a ganar nunca. Sigue en nuestra mano porque tenemos un calendario más fácil, pero, desde luego, de esta manera es imposible».

La hecatombe viguesa fragiliza aún más un vestuario que Juan Ignacio Martínez no ha sabido desentrañar. Óscar González aparece como el epítome de la situación. Siempre se le contempló como uno de los jugadores estrella del equipo, pero se ha convertido en una sombra espectral de sí mismo, arrastrado por todos los desbarajustes de una plantilla sin brújula.

«Tal vez se haya visto de otra forma desde fuera en los últimos partidos, pero esto nos lleva pasando ya mucho tiempo. Este equipo no está bien. Por mucho que hayamos empatado a cero antes de esta derrota, eso no nos sirve de nada. Cada partido que pasa, el equipo está más nervioso, peor. Al final parece que se nos ha olvidado jugar al fútbol».

Empantanados en la penúltima posición de la tabla, aunque con cuatro partidos por delante (incluido el aplazado ante el Real Madrid), el choque ante el Espanyol del próximo sábado concita todas las esperanzas. «No hemos estado a la altura de las circunstancias, pero el fútbol te da oportunidades constantemente y tenemos una ocasión el sábado», señaló Juan Ignacio Martínez. «No quedan muchas más. Si se nos escapa la del Espanyol ya no habrá lamentaciones. Tendremos que ponernos a llorar», agregó el técnico.

La plantilla piensa que, pese a todo, la salvación aún descansa en sus manos. «No teníamos margen de error, ni siquiera ante el Celta. Creo que todavía dependemos de nosotros mismos. Sin embargo, a día de hoy estamos donde estamos por méritos propios», desgranó Óscar González.

Después de un tedioso viaje por carretera y de una jornada de descanso para restañar las heridas psicológicas, el Real Valladolid ha vuelto al trabajo con la necesidad de recuperar la fe en sí mismo. «Esa va a ser mi misión», apuntó Juan Ignacio Martínez en la sala de prensa de Balaídos en la oscura medianoche del lunes al martes. «Los futbolistas deben creer muchísimo en lo que están haciendo y sobre todo en el partido del sábado, en el que tenemos puestas todas las esperanzas».

Carlos Suárez recordó que este Real Valladolid pulverizado en Vigo es el mismo conjunto que culminó la hazaña de ganar al Barcelona «con actitud y confianza». «Pero si no tenemos esa confianza nos dará igual: podemos jugar los últimos partidos contra cuatro equipos de Segunda o de Segunda B. Repito que sigue en nuestras manos. Lo bueno es que, a pesar de lo mal que hemos jugado y de la mala imagen que hemos dado, seguimos dependiendo de nosotros. Estoy segurísimo de que con siete puntos, el equipo se salva. Y esos puntos se pueden lograr».

El máximo accionista blanquivioleta no cree en la reacción mental y sí en el coraje. «Aquí psicológicamente no cuenta nada. Lo que hay que tener son arrestos y poner en práctica lo que uno sabe, lo que hacían el año pasado y lo mismo que han hecho muchos partidos esta temporada. Aquí ya no hay tiempo para nada. Hay que ganar el partido del sábado sí o sí».

Óscar también quiere pensar que existe margen de reacción. «Es que si no lo vemos, nos vamos a casa», zanja. Además, el futbolista ofrece una receta de unidad y misantropía ambiental para obrar el milagro. «Lo más importante pasa por estar juntos y que el equipo sea una piña. Sobre todo, aislarse de todos los comentarios, que van a ser malos. Debemos reaccionar por nosotros mismos y saber que somos un buen equipo. Comimos mucha mierda en Segunda División, sabemos lo que es y nadie quiere volver allí».