Seguro que más de uno el mes pasado, ojeando alguna guía sobre la Copa del Mundo, torció el gesto cuando llegó a repasar la plantilla de la selección de Honduras. «Guevara… a mi este tío me suena y no sé de que». Pues hagan memoria y trasládense a orillas del Pisuerga allá por el verano de 1995, ¿tienen visualizado a Rafa Benitez dirigiendo al equipo con 20 kg menos a sus espaldas?, ¿ven la colección de renaldinhos que ostentaba el club en aquellos días, como Carlos Pavón, Halilovic, Sandy o Chuchi Macón?, pues entre ellos también andaba un joven hondureño llamado Amado Guevara de apenas 19 años.


Nacido el 2 de mayo de 1976 en Tegucigalpa, aún no había dado el salto al fútbol de élite cuando se erigió en uno de los destacados de la selección hondureña en el mundial de Quatar celebrado en abril de 1995, lo cual sirvió de excusa al Real Valladolid para negociar con el Deportivo Motagua su cesión. Bisoño e inexperto en exceso, lo cierto es que ni Benítez ni posteriormente Cantatore le otorgaron confianza, y el joven pivote saldó su experiencia en Pucela con unos escuálidos 8 partidos. Por fortuna el resto de su carrera le fue mejor.


De regreso al Motagua, «el lobo», como suelen apodarle, progresó hasta convertirse en un hombre importante que condujo al club catracho a varios campeonatos. Quizá cuatro años después de su primera aventura en el extranjero estuviese más maduro para alcanzar el éxito en una liga más potente como la mexicana, donde se enfundó la camiseta del Toros Neza y del Zacatapec con desigual fortuna a principios de la década pasada. De ahí emigró a un equipo de cierto prestigio dentro del fútbol centroamericano como el Deportivo Saprissa de Costa Rica, pero seguía sin encontrar su sitio.


Con el paso de los años había ido adelantando su posición en el campo y no era extraño verle soltar destellos de gran calidad. De hecho, hasta el año pasado desarrolló su carrera en la Major League Soccer de EEUU defendiendo los intereses de algunos de los equipos más potentes como el MetroStars, el Red Bull de New York, el Chivas de Los Ángeles y más recientemente el Toronto, donde por poquito no coincide con un decadente de libro como Mista. Su buen hacer le valió incluso el título de mejor futbolista y máximo anotador de la liga estadounidense en 2004. Pero al igual que daba muestras de clase, también sacaba a relucir su complicado carácter y su indisciplina con cierta frecuencia, lo que le valió algunas sanciones tanto en sus clubes como en la selección. En la actualidad se desempeña en el Deportivo Motagua con la vista puesta en dar carpetazo a su amplia y atribulada vida deportiva en cualquier momento, y más tras el colofón de la participación en el pasado Mundial.