Dos de las incorporaciones del Real Valladolid en el pasado mercado de invierno, han cambiado la cara del equipo, dotándolo de recursos de los que carecía hasta ahora. Dicho cambio, que aun está por asimilarse, parece mejorar (sin darlo la vuelta por completo) el estilo de juego de los de Pacheta.

Este lavado de cara se pudo observar con más nitidez que nunca en el encuentro del pasado sábado frente al RCD Espanyol viniendo a apuntalar un sistema más dirigido al 4-5-1 utilizado por el técnico burgalés en las últimas semanas, que al 4-3-3 con “jugones” más clásico con el que se inició la temporada y con el que el Real Valladolid monopolizaba la posesión del balón el año pasado en segunda división.

Hongla fue el ancla del equipo

Aunque solo haya sido un partido, ante el Espanyol se vio que este nuevo engranaje puede funcionar de aquí a final de temporada. La inclusión de Martin Hongla en el pivote dotó al equipo de ese “músculo” y equilibrio que se ha echado en falta en los últimos tiempos. Es cierto que quizá el equipo pierda en creatividad, pero también estarán de acuerdo conmigo en que jugar con dos o tres de entre Monchu, Kike, Roque y Aguado, hacía más mal que bien al equipo. Mucho control de balón, sí, pero a cambio de más espacio entre líneas, menos sacrificio defensivo y, en ocasiones, demasiada conducción estéril. En sus primeros partidos como blanquivioleta, Hongla había jugado como central por necesidad, con un desempeño notable, sin embargo fue el sábado ante el Espanyol, cuando descubrimos las verdaderas prestaciones de este jugador.

El camerunés demostró su capacidad para recuperar y robar balones al contrario, además de entregarlos al compañero con buen criterio. Haciendo gala de una calidad nada desdeñable cuando era necesario, y también dando el “patadón” cuando la situación lo requería. Hongla debe ser ese jugador que ocupe el vasto espacio que el Pucela dejaba entre la defensa y el centro del campo. El sábado lo hizo correctamente, como se suele decir, abarcando mucho campo y siendo un continuo incordio para la línea de mediapuntas perica; allá donde se movía  el esférico, estaba Martin Hongla para tratar de hacerlo suyo. Pero no solo eso, también se ofreció para dar salida al balón cuando sus compañeros lo necesitaban, sin florituras, pero sin errores.

Solo fue un encuentro pero, visto lo visto, Aguado, Roque, Monchu y Kike tendrán, a partir de ahora que repartirse más los minutos que, probablemente, serán (con la indudable calidad de todos ellos) más provechosos. 

Larin, no sólo goles

A estas alturas, nadie duda de que Cyle Larin ha sido la irrupción más fuerte de un jugador en el Real Valladolid de los últimos tiempos como así lo atestiguan sus tres goles nada más llegar. El sábado, el primer balón que tocó lo mandó al fondo de las mallas, aunque luego el tanto resultara anulado por un milimétrico fuera de juego. Pero al margen de su instinto de goleador, hay otra función del canadiense que está resultando vital para el equipo; su capacidad para dominar el juego desde su posición,apoyando a los centrocampistas y protegiendo el esféricopara jugarlo después eligiendo la mejor opción posible en cada momento.

Sigo pensando que la marcha de Weissmann ha sido un error (sea de quién sea la culpa), pero no por eso he de reconocer que el cambio ha sido acertado. Tampoco voy a poner en duda la calidad y la entrega de Sergio León, pero ante el canadiense también, de momento, sale perdiendo.

El sábado, Larin dio una auténtica clase magistral de como debe jugar un delantero centro como lo enseñan en las escuelas los entendidos. Recibiendo el balón de espaldas y entregándolo rápidamente al mejor compañero posible para iniciar la jugada de ataque, a la que siempre acompaña después, buscando el desmarque y la opción de remate. Esto que parece tan sencillo, en realidad el Real Valladolid no lo tenía con Weissmann y tampoco con Sergio León, más acostumbrados a recibir el balón y girarse con él para, en más que menos ocasiones acabar por perderlo o, en el mejor de los casos, provocar una falta a favor.   

Muestra de ello es el primer gol que marcó el propio Larin en Zorrilla o el de Álvaro Aguado ante el Espanyol. Disputa y posesión del de balón, apertura a banda en uno o dos toques máximo y búsqueda del remate; tan sencillo, y tan complicado al mismo tiempo. Larin es un maestro en el arte de la disputa y la entrega y eso ayuda y mucho no solo a sus compañeros más cercanos, también a la defensa y la portería; y me explico: 

No conté las veces que el Valladolid sacó de puerta ante el Espanyol, pero en la mayoría de las veces que lo hizo, el equipo se olvidó casi por completo (salvo alguna excepción) de los “pasecitos” dentro del área entre portero, centrales y medios que acaban costando disgustos. Abundaron más los saques en largo buscando a Larín (aquí voy a romper una lanza en favor de Asenjo, que siempre encontró al canadiense con milimétrica precisión)que los cortos queriendo empezar a jugar desde la misma línea de la portería. 

En resumen (desde mi humilde opinión de un aficionado más) señoras y señores lectores, les tengo que dar una exclusiva): ¡El Real Valladolid, no jugó peor por no iniciar desde atrás ni por incluir un medio defensivo, no! Al contrario, fue el mismo equipo. Con parecidas virtudes, algún defecto menos y algún recurso más pero, sobre todo, manteniendo la premisa de Pacheta de “jugar bonito”.

Obviamente no todo se reduce a estas dos claves, hay otras que podemos debatir más adelante, sin embargo, este puede ser un cambio que, si Pacheta mantiene y los jugadores interiorizan, puede mejorar el rumbo del equipo.Veremos…