Como un extraño viaje al ayer. Una sensación de familiaridad confusa, algo distante, un sentir que estaba ahí latente dentro pero que cuesta identificar después de un año y cinco meses lejos de casa obligados por un escenario que ha desbordado todas las contenciones. Pero este miércoles 4 de agosto de 2021 será recordado porque el Estadio José Zorrilla se ha vuelto a llenar de alegría. No plena, aún no, pero sí contagiosa, sí optimista para pensar que, pronto, volveremos a vivir un futuro muy parecido al pasado.

Las caras de los 5.684 aficionados y aficionadas que se han dado cita en la celebración del XLVII Trofeo Ciudad de Valladolid reflejaban esa ilusión renovada. Ese nerviosismo de las primeras veces. Como un placer prohibido sobre el que se levanta, poco a poco y con precaución, el tabú. 

Al fin se ha podido abrazar a los convivientes para celebrar un gol. Volver a cantar ‘Banderas blancas y violetas’. Y disfrutar con la familia, la blanquivioleta, de nuestro Real Valladolid. Aunque de momento sea a un metro y medio de distancia, y con mascarilla, este miércoles será difícil de olvidar. Con la voluntad, ojalá que sí, siempre según los protocolos marcados por las autoridades sanitarias, de poder celebrar juntos en el templo blanquivioleta muchos éxitos esta temporada.