Aunque pueda sonar a tópico repetitivo, el Real Valladolid afronta este domingo su primera gran final de cara a lograr la permanencia en Primera División. Sin jugársela a una carta (aún) y sin ser un encuentro a vida o muerte, el partido ante el Espanyol supondrá un punto de inflexión que marcará la tendencia hasta el final de temporada. 

Y es que las tendencias de ambos equipos son bastante opuestas, al menos a primera vista, y el resultado del partido estará en gran parte condicionado por lo que proponga cada equipo al saltar al campo. Digo esto porque la principal crítica que se le hace al Pucela en esta temporada es el hecho de salir al campo especulando con el resultado, esperando la apuesta del equipo contrario y rindiéndose, quizás demasiado pronto, al empate. Puede que solo sea una sensación y que la realidad del equipo y del planteamiento de los partidos por parte de Sergio sea muy distinta pero, entre los que lo vemos desde “fuera”, no parece que el equipo salga a por los tres puntos de manera clara y constante.

Este domingo es el momento de demostrar lo contrario y de ver de una vez por todas un Pucela que salga a “comerse” al rival, que no deje ninguna opción que dude de sus intenciones. Vislumbramos algo de esa mentalidad ganadora durante los primeros minutos ante el Villarreal pero, por desgracia, el miedo a ganar volvió a mostrarnos un equipo rácano en la segunda mitad.

No quiero decir con esto que el planteamiento de Sergio sea del todo erróneo, de hecho, en varias ocasiones ha funcionado esta fórmula. Viendo las evidentes limitaciones de este equipo a la hora de generar fútbol ofensivo y crear ocasiones, entiendo que muchas veces se trate de guardar como oro en paño un punto antes que perderlo. Lo que ocurre es que cuando caminas permanentemente por el alambre puede que te caigas más de una vez; como sucedió en Granada.

Ante el Espanyol Sergio y sus jugadores deben dar al fin un golpe encima de la mesa y, sin ningún tipo de excusa, demostrar de lo que son capaces. No tengo ninguna duda de que los de Abelardo van a saltar al césped de Zorrilla como auténticas motos sabedores de que para ellos los tres puntos son de una importancia vital. El Valladolid debe contrarrestar ese ímpetu con inteligencia y siendo tan sólido como hasta ahora, pero también con un cambio de mentalidad como el que ha experimentado su rival que hace poco más de un mes estaba prácticamente deshauciado. Y no hay que confundir mentalidad ganadora con carácter o garra, creo que tenemos la suerte de tener -después de muchos años- un grupo de jugadores que se lo deja todo en el campo y al que no se le puede exigir mucho más en términos de lucha, pelea y solidaridad; pero da la sensación de que ese exceso de humildad nos lleva a creernos menos de lo que somos.

Si algo distingue al fútbol de casi cualquier otro deporte es en el hecho de que no siempre gana el que mejores jugadores tiene o el que juega mejor; ni siquiera lo hace el que más empeño pone en lograrlo. Si ganamos daremos un paso de gigante hacia la permanencia y quedará camino por recorrer pero lo haremos con energías renovadas. Si perdemos, seguiremos en la pelea aunque con la moral muy tocada. Sin embargo, pase lo que pase el domingo, personalmente me gustaría salir del campo con la sensación de que mi equipo ha salido a ganar.